A la eterna memoria de mi Abuelo,
D. Ignacio Expósito Chica.
Perdona mi tardanza... me venció la pena.
Busqué el momento y la palabra no me alcanza
para darte mi cariño a manos llenas.
Abuelo, no he medido estos versos,
pues tampoco el dolor mide sus victorias.
Te fuiste alejando en silencio,
poco a poco te fuiste alejando a esa gloria
que ganaste sin prisa
-llorando te escribo... yo
que llorando recuerdo tu sonrisa-.
Cielo ladrón de gente buena,
cielo cabrón y traicionero.
Cielo de sol y luna llena
que se llevó tu voz de acero.
Cielo de un dios injusto y frío,
dios que en mi rezo hiciste un pozo
…con su adiós arrancaste un trozo
a este enfermo corazón mío.
Dime, al menos, que se encuentra bien,
que sus ojos de eterno claro
aún me miran tan radiantes como entonces.
Ten compasión de mí y ten
caridad de este dolor que te habla a voces.
Y tú, abuelo, recuerda
que, aunque la vida se pierda como se moja una llama,
como se raja la tierra
o la fe del que ama esta vida tan perra,
no olvides, abuelo,
que vivir es sólo un paso sobre el suelo,
que tu huella, imborrable,
asfaltó el destino de tanta gente que te quiere,
que cuando el tiempo, ya cansino, comente, hable...
diga aquello que por decir se muere,
habremos de brindar con vino por lo que nos quede,
que aquí no existe adiós,
pues en amor gana más quien quiere que quien puede.
Que sepas que aún guardo tu sombrero
y el sabor de las cañas en la peña;
que a tu lado aprendí, abuelo,
que antes de ser fuego hay que ser leña
y antes de ser leña hay que ser árbol y semilla,
que hasta el silencio más tenebroso enseña
-yo que en silencio amé tu maravilla-.
Envidia sentirán los ángeles del cielo
-de tu belleza hecha de luz y de hombre-
desde la noche que pistaste el pañuelo
de un edén que me dejó sólo tu nombre.
No quiero despedirme -no lo hago-,
es más... te suelto un hasta pronto (el tiempo vuela);
sé que nunca te gustaron los halagos.
Cuida de mi Padre y de mi Abuela,
seré bueno, como tú bien me enseñaste,
y recoge este llanto que te doy como pago
a aquellos que por mí, a veces, derramaste.
Por siempre mi candil, mi sendero. Mi mago.
Por siempre guardaré todo el amor que me entregaste.